Puede ofrecer la plata a una de las cuatro obras mencionadas para que te sirva de orientación, o a cualquier otra obra que lucha contra el hambre y que lleve en el corazón.

Al hacer clic en su logos (página Obras), podrá ver si estas obras están vinculadas a una confesión cristiana o no; si favorecen el alivio inmediato en caso de angustia o más bien la prevención y la educación que dan fruto a largo plazo.

De esta forma, podrá hacer su elección con pleno conocimiento de causa.

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Renunciar a una cena es la experiencia de irse a la cama con hambre: es experimentar una carencia que, aunque ligera y momentánea, hace que uno se sienta más cerca de los hambrientos. Significa tomar más conciencia de que ese sufrimiento no es tolerable y que la lucha contra el hambre es una prioridad.

Por otro lado, el descanso será mucho mejor que con un estómago demasiado lleno.

Por su grande capacidad de adaptación, el cuerpo humano soporta sin problema que el intervalo entre dos comidas sea, de vez en cuando, prolongado.
Evidentemente, el que renuncia a una cena tiene que alimentarse suficientemente en la mañana y al mediodía.
Por la tarde, es muy importante hidratarse bien, en particular cuando hace calor.
En caso de diabetes, de trastornos de la alimentación, de enfermedades graves o que necesitan tratamientos complejos, etc., se evita saltar une comida para no comprometer un equilibrio, en ciertos casos, precario.

Para mucha gente, el almuerzo se limita más o menos a un picnic que se traga en el lugar de trabajo. Y cuando se come con la familia, a menudo se come bajo el estrés de los horarios de todos.
Sin embargo, esta comida es necesaria para las actividades de la tarde y no debe ser descuidada. Por lo tanto, es mejor renunciar a la cena.

¡Claro que no! Es necesario comer bien antes de trabajar. El trabajador nocturno verá, según su horario, en qué momento de la semana puede renunciar a una comida.